Jorge Eduardo Arellano

AL INICIO de la conquista española en Nicaragua, hace 500 años, se dieron cinco acontecimientos memorables. El primero, que tuvo lugar el 27 de febrero de 1523, consistió en el descubrimiento del puerto natural de La Posesión, llamado después El Realejo, por el piloto Andrés Niño en su recorrido por las costas del Pacífico centroamericano. Y los otros cuatro acontecieron en el Istmo de Rivas el 5, 12, 17 y 18 de abril del mismo año, durante la expedición del capitán Gil González Dávila.

Andrés Niño había recibido en Zaragoza, el 19 de octubre de 1518, su asiento y capitulación, indispensables para el real y efectivo descubrimiento de Nicaragua. En cuanto al nombramiento y los poderes con los cuales quedó facultado Gil González Dávila para unirse a este viaje de Andrés Niño, la Reina Juana y su hijo Carlos se los otorgaron en Barcelona el 6 de abril de 1519. Con ellos, González Dávila fue investido con el rango de Capitán de dicha armada, con facultades de usar su cargo tanto por mar como por tierra, con todos los privilegios de su título.

La toma de posesión ––realizada por Niño–– de la región actual de Corinto, en nombre de los reyes de España, quedó registrada por un testigo, el escribano Juan de Almanza, en un acta: el primer documento escrito en lengua castellana sobre (y en) nuestro territorio que transcribo: En veinte y siete de hebrero de mill e quinientos y veinte y tres años salto el señor teniente Anton Mayor en una ysleta que está en la voca deste rio y tomo la posesion por sus magestades por virtud del poder que tenia del señor capitan Gil Gonzalez de Avila en presencia de los tenientes de los hoficiales de sus magestades Garcia Gansyno y Juanes de Harvolancha y Andres Niño piloto mayor desta Real armada por sus magestades cortando ramas y echando mano á su espada y levantando piedras diziendo sy abia alguno que se lo contradixese lo qual nunca uvo nadie que se lo contradixese y la tomo pacificamente sin contradicion de parte en presencia de my Juan de Almansa escrivano y de los testigos de yuso escritos de lo qual doy fe que paso asy rrealmente y con efecto y en testimonio de verdad hize aqui mio signo & (aquí el signo) –– Juan de Almansa escrivano desta Real armada» –– (Hay una rúbrica).

Así surgiría la villa, puerto y astillero del Realejo, uno de los más importantes en el Mar del Sur de la monarquía hispana, el cual sería sustituido por Corinto, como es sabido, a partir de 1858.

Pasemos ahora a evocar, brevísimamente, los hechos del 5, 12, 17 y 18 de abril de 1523, en el marco de la expedición pionera de González Dávila. De acuerdo con Andrés de Cereceda, tesorero de la expedición, la ruta del capitán peninsular abarcó el encuentro pacífico con numerosos caciques en la zona de mayor concentración poblacional de lo que es hoy Guanacaste, Costa Rica, realizándose un amistoso intercambio: ellos les proporcionaban oro y él mercaderías europeas. Trece de los caciques se llamaban Abancari, Boco, Burica, Canjen, Cob, Cochira, Cotori, Chomi, Guaycara, Guataca, Nicoya, Orosí y Sabanda. Pero en Nicaragua el capitán español recorrió el actual territorio suroeste del país, tomó posesión de la Mar Dulce, promovió los primeros bautizos masivos ––lo que podría sustentar sus derechos de posesión–– y se impuso bélicamente, por la superioridad de sus armas, sobre la resistencia indígena. Sin embargo, fue obligado a marcharse, dejando a los indios derrotados, pero no sometidos. Teba, teba, xuja, toya, toya (Está bien, ándate, vete en buena hora) le gritaron. La conquista implica sometimiento y por ello González Dávila no fue el primer conquistador de Nicaragua, sino Francisco Hernández de Córdoba.

El capitán González Dávila, nunca lo olvidemos, había llegado al conocimiento del cacique que llamó de Nicaragua, quien lo cuestionó racionalmente el 5, 6 y 7 de abril de 1523. En su viaje por tierra no había encontrado otro gran señor, dueño de poderío y riqueza, que le aventajase. La buena acogida que le dio el cacique (llamado en realidad Macuil Miquistli: “Cinco Muerte”) y el haber tomado posesión del Mar Dulce el 12 de abril del mismo año —montado en su caballo, enarbolando el pendón de Castilla en una mano y blandiendo su espada en la otra—, despertó —tras su acelerado regreso a Panamá— un gran entusiasmo por la nueva tierra de Nicaragua. Esta fue considerada entonces destino inmediato para los españoles.

También recordemos que en esa incursión exploratoria la cantidad de riqueza obtenida para Sus Majestades fue de 112.524 pesos y 3 tomines de oro, lo más dello bajo; y que el costo de los obsequios a los caciques sumó 46.196 maravedíes. Por eso, a cambio de 18.560 pesos de oro, González Dávila entregó al cacique Macuil Miquiztli un vestido de seda, una camisa de lino y una gorra de púrpura.

Finalmente, destaquemos la alianza a los cacicazgos presididos por Diriangén y Nicaragua (Macuil Miquiztli) para resistir a los invasores y expulsarlos. Trasladado seis leguas al norte del pueblo de Nicaragua –la provincia de Nochari, formada por dos pueblos nahuas y cuatro chorotegas– González Dávila prosiguió su marcha, procurando más bautizos impuestos y recaudando más oro como tributo. Y estando en Coatega, llegó a visitarle el joven y poderoso cacique Diriangén, acompañado de una comitiva deslumbrante: 500 hombres con uno o dos pavos (chompipes) cada uno, diez pendones, diecisiete mujeres –cubiertas de patenas de oro y con hachas también de oro– y cinco trompeteros. Estos tocaron antes que su cacique pasase a conocer al extranjero para hablar con él.

Diriangén no aceptó el bautismo de inmediato, sino que prometió volver a los tres días, lo que hizo el sábado 17 de abril de 1523, a medio día, presentándole batalla. En realidad, actuaba conforme la tradición guerrera chorotega: otorgar una tregua al adversario. Por la superioridad de las armas de sus contrincantes –arcabuces, ballestas, caballos–, Diriangén fue vencido, pero González Dávila tuvo que retirarse. Anota Eduardo Pérez-Valle: “Quedaba demostrado que no era sincera la sumisión de los indios”. O sea que ofrecieron una clara resistencia militar.

Al pasar el día siguiente, 18 de abril de 1523, por Quauhcapolca, nombre indígena del pueblo del cacique Nicaragua, los indios de éste le esperaban ocultos y armados. Así lo sospechó el conquistador al formar un escuadrón rectangular con sus sesenta hombres sanos dentro del mismo, además de los prisioneros indios portando el oro y la provisiones, y en las esquinas colocó a sus cuatro hombres de a caballo y a cuatro espingarderos. Los del pueblo llegaron inermes ante el escuadrón a gritar a los indios dentro que soltasen las cargas o huyesen con ellas. En respuesta, González Dávila ordenó a sus ballesteros realizar algunos disparos, hiriendo a varios indios. E ipso facto, empezaron a salir del pueblo innumerables guerreros que se lanzaron contra los españoles en medio de alaridos, arrojando lanzas y flechas.

El escuadrón tuvo que adelantarse precipitadamente, comandado por el tesorero Cereceda, tratando de poner a salvo las cargas con el oro. González Dávila se situó en la retaguardia para repeler a los indios con sus montados, los cuatro espingarderos (con sus armas de fuego) y nueve peones ballesteros y rodeleros (portadores de escudos redondos). Cesaron los ataques y los conquistadores, aprovechando una luna menguante, pudieron abandonar el territorio.

La intensa refriega –bajo banderas tendidas– duró desde las once de la mañana hasta caer la tarde. Entonces los indios solicitaron la paz y González Dávila se la concedió. Tres de los principales del pueblo del Cacique Nicaragua o Micuil Miquiztli se disculparon afirmando que ni el cacique ni los suyos habían sido responsable de aquello, sino la gente de otro cacique que se hallaba en el pueblo. Pero González Dávila les contradijo diciéndoles que en la pelea había reconocido a varios de los que antes lo habían recibido pacíficamente. “A lo cual –escribió a Carlos V– ellos no tuvieron qué responderme”.

Evidentemente, ambos caciques combatieron, nada más que en forma distinta. Nicaragua o Macuil Miquiztli sabía que tendría que ir a la guerra, pero antes optó por escuchar al “otro”, dando un ejemplo de apertura inteligente para conocerlo a fondo y una lección de racional defensa, aliándose con el cacique vecino Diriangén, digno y orgulloso.

CINCO ACONTECIMIENTOS DE 1523
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