Róger Norori Gutiérrez

AL CONSTITUIRSE los pueblos indígenas durante la dominación española, Managua y otros pueblos quedaron agrupados en parcialidades indígenas. Estas eran divisiones aldeanas conformadas por grupos familiares. El nombre de cada parcialidad se debía al grupo familiar dominante en cada una de ellas y establecían entre sí sus propios límites que generalmente eran imágenes de ídolos propios de cada una.

En 1685 Antonio Navia Bolaño reportó la existencia de nueve parcialidades y algunas de estas específicamente cercanas al Lago de Managua. Algunos grupos empezaron a recolectar grana en polvo, lo cual vendría a ser una actividad económica clave que allegó recursos a varias familias indígenas. El comercio de la grana se habría empezado a llevar desde antes de 1580, como lo constató Antonio de Ciudad Real al pasar por el poblado, donde nace una fuente que no lejos de allí entra en la laguna de León sobredicha, en cuya ribera está fundado el pueblo de Managua, en el cual cogen los indios mucha y muy buena grana en polvo.

La grana era un colorante natural de color carmesí obtenido de la cochinilla, la cual era comprada por comerciantes españoles que llegaban hasta el pueblo. Pero, eventualmente, fueron quedándose a residir en el mismo. El comercio de la grana fue sostenido durante dos siglos, pues diferentes cronistas lo mencionan al llegar a Managua en el XVII y el XVIII.

Durante el siglo XVII el comercio de colorantes dio las posibilidades a algunas parcialidades de Managua para construir sus iglesias. En aquellos años era importante para la población contar con su propia iglesia y que el servicio religioso se realizara en ella, sin tener que trasladarse hasta la parroquia.

No era por la distancia, sino porque esto le concedía calidad de barrio y por tanto un status superior ante las parcialidades que aún no contaban con una iglesia propia. Generalmente, como se verá, el nombre del barrio se adquiría del santo patrón a quien se dedicaba la iglesia.

Navia Bolaños reporta haber visto en 1685 una iglesia parroquial y tres ermitas, encargadas a un solo párroco, lo que les daba a aquellas parcialidades el rango de barrios, aunque no menciona el santo patrón al cual se habían dedicado aquellas ermitas. Esta era una ventaja frente a las otras parcialidades, pues obtenían el mérito de contar con sus propias autoridades edilicias (alcaldes y regidores, además de un indio gobernador).  

Luego, en 1749, Agustín Morel de Santa Cruz, refiere la presencia de tres barrios además de la parroquia. Este religioso menciona cuatro iglesias: Veracruz, San Miguel, San Mateo y San Sebastián. Estos ya eran mencionados como barrios, a excepción de la iglesia de Veracruz, muy cerca de la parroquia de Santiago, que no funcionaba regularmente.  Subsistían, asimismo, tres parcialidades indígenas que no habían logrado construir un templo en su jurisdicción: Telpaneca, Cuastepe y Masagalpa, a las cuales ya se les concedía contar con sus propias autoridades edilicias.

Como se aprecia en la versión de Morel de Santa Cruz, se hace la diferencia entre los barrios que disponían de su propia iglesia: estos eran el barrio San Miguel, ubicado al Sur de la parroquia; el barrio de San Mateo, que posiblemente vino a ser con los años el barrio Candelaria y el barrio de San Sebastián, al Este de la parroquia Santiago. Y por otro lado las parcialidades indígenas que subsistían para aquel año. 

Igualmente, se había empezado a congregar en el pueblo un alto número de personas que Morel de Santa Cruz estima en más dos mil almas que asistieron a la procesión religiosa que se organizó al final de su visita.  Tales fueron las primeras expresiones barriales urbanas en Managua desde el siglo XVII, alentados por el comercio de la grana que pagaban los comerciantes españoles asentados en Granada. No está de más indicar que el viajero francés Joseph Laferrière en su libro De Paris au Guatémala; notes de voyages au Centre-Amérique, 1866–1875 (Paris, Garnier Frères, Libraires-Editeurs) menciona en 1877 las iglesias que aún subsistían: Candelaria, San Mateo, San Miguel, San Sebastián y la de San Antonio. Por supuesto, aunque Laferrière no la refiere, también estaba la de Santiago.

[Véase el libro de la autoría del suscrito: Managua: la aldea colonial y sus parcialidades indígenas. Managua, Alcaldía de Managua, 2019. 104 p.].

LOS BARRIOS HISTÓRICOS DE MANAGUA
error: Content is protected !!